JPG. Domingo Ramos

El clamor de un pueblo...

En un ambiente festivo y lleno de esperanza el pueblo aclama por su rey, su liberador, el esperado de tantos tiempos. El grito del pueblo “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” expresa la esperanza de generaciones enteras esperando el día grande, el fin a la injusticia y sufrimiento. El Rey y Mesías se encaminaba a la gran Jerusalén, el pueblo acompaña con euforia cada paso, sin embargo, su triunfal entrada fue en un pequeño burrito.

Este pequeño gesto ya es desconcertante para sus seguidores, sin embargo todos, incluídos sus discípulos celebran con alegría este gran recibiemiento que hacen a su Maestro. Solo Jesús sabe la verdad, muy pronto la gran festividad por su llegada se tornará en amargura de algunos corazones y confusión en la vida de sus seguidores, gran sorpresa se aproximaba y dejaría sin palabras a todo cuanto el pueblo esperaba. La misión de Jesús se va cumpliendo paso a paso, entre tanto, espera que en cada uno de esos momentos los que están a su lado puedan ir develando con mayor claridad el gran legado de esta su “última semana”, que lo guarden en su corazón y les impulse en el futuro.

Al entrar en esta Semana Mayor, evocamos la acogida que hace el pueblo, muchos salen a su encuentro porque reconocen que es el Maestro, el único capaz de colmar las inquietudes más profundas de la existencia humana.

Señor, conmigo ¡Siempre Tú!

Es fácil acoger la presencia de Dios en los tiempos de fiesta, pero nos resistimos a creer que Dios también se hace presente en los momentos de cruz, nos sentimos olvidados e incluso reclamamos por la adversidad que vivimos, desearíamos no tener “cruces” para cargar, porque pesan y lastiman.

Sin embargo, este Rey que acogemos en este Domingo de Ramos, es el mismo Maestro que ha enseñado antes la humildad, que ha preferido servir a ser servido, que ha anunciado un reino de los pobres, de los pequeños, de los enfermos, pecadores y marginados, un reino para todos. Para Jesús, reinar es servir y servir es amar. De ninguna manera significa que Jesús aparte la mirada de la realidad, sino que a lo largo de toda su vida ha expresado el sentido verdadero del Reino de Dios.

¿Es la cruz el fracaso de su entrada triunfal? ¡Por supuesto que no! Al contrario, la cruz será la consecuencia de su vida, entrega y servicio, el cumplimiento de las promesas de Dios en una clave tan sublime como es el Amor hasta el extremo. Entre sobrevivir y salvarse a sí mismo, Jesús elige amar, esta ha sido su opción a lo largo de toda su vida, no sería diferente en este punto del camino. Y en esta elección del amor, nos dice que no rechaza el sufrimiento, el dolor, la cruz, sino que la asume plenamente.

Muchos dicen ¿Dónde estaba Dios en ese momento de cruz? Tenemos la certeza que Jesús ha acogido plenamente también lo más frágil de nuestra humanidad, así que ¿Dónde está Dios? Acompañando nuestra soledad, secando con sus manos las lágrimas de nuestro llanto, devolviendo nuestra ilusión con su Palabra, alentando nuestros sueños, aligerando nuestras cargas, amando nuestras cruces.

Nuestro Maestro, Aquel que amó primero, nos ama y está con nosotros hasta el fin. Pidamos la gracia de una mirada profunda, para saber celebrar con gratitud los acontecimientos de nuestra vida y acoger sin desesperar las cruces que a veces nos llegan. En una homilía que recientemente escuché, decía el sacerdote: “No pretendamos enseñarle a Dios como ser Dios, dejemos a Dios ser Dios”. Cuando nuestras expectativas se frustren el Señor nos baste, nos conceda la gracia de acoger su voluntad, y si aquello que nos diera no lo quisiéramos y nos sobresalte la resistencia, pidámosle entonces que nos conceda la gracia de su consuelo e ir adelante, aunque nos cueste.

Reza la canción:

“En cada espacio, cada encuentro, cada ser humano.

Solo para cantar tu amor,

en la cima de mis plenitudes y el en dolor,

estás Tú, ¡siempre Tú.

Ilusionando en mis anhelos y mis sueños,

sobreviviendo mis fracasos y mis miedos,

creyendo en mí, queriéndome junto a Ti”.

Nos recuerda el Papa Francisco, “el Señor está cerca de cada uno de nosotros, de ti y de mí, en mis caídas, en mi desolación, cuando me han traicionado o he traicionado, cuando me siento descartado o he descartado a otros, cuando me siento abandonado… Él está ahí, siempre conmigo, en los tantos caprichos y porqués sin respuesta, siempre ahí” (Ángelus 02 de abril de 2023).

Pero también nosotros podemos ser signos de amor y consuelo para el otro, esto fue lo que hizo Jesús, se anonadó a sí mismo por amor a la humanidad, este gesto sea en nuestra vida un don constante de la ofrenda y la acogida. Siempre en actitud de acogida, siempre actitud oferente.

 

Jesús no quiere un recibimiento solemne si está vacío nuestro corazón.

 

EN LA MISMA ENTREGA

Uno quisiera tener todo en sus manos y al final no tiene nada.
Cuando se anima y descubre que no tiene nada,
recién ahí puede disfrutar de todo.
Descubre la luz y la vida de la entrega,
el descanso en el abandono,
ese lanzarse y siempre ser sostenido.
Manos que sostienen y protegen sin ser las propias.
Manos que acarician y nutren
del otro lado del abismo y del silencio.
Quisiera tener todo en sus manos;
el miedo lo frena y no se suelta.
Teme la caída y hace de la soledad una máscara oscura.
Nacer de nuevo es la propuesta de la Voz en aquellas mismas manos.
Donde el abismo se torna rostro de Amor.
Mirada tierna, sonrisa de Reino y manos que abrazan lágrimas.
Así descansar en la misma entrega
y no hacer nada más.

(Marcos Alemán, sj)

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